CUANDO diez mil gargantas gritan enfervorecidas «¿Torero! ¿Torero! ¿Torero!» es porque alguien les ha puesto de acuerdo. Cuando diez mil personas se dejan una pasta por presenciar la corrida, es porque alguien les interesa. Cuando diez mil almas miran al cielo es porque quieren buscar a la Divina Providencia para agradecerle que nos haya enviado de nuevo a El Mesías encarnado en torero.
Faltarían psiquiatras en la tierra para atender esta locura colectiva. Y el culpable de todo ello es un hombre joven -ayer cumplió 33 años, la edad de Jesucristo-, pálido, ojeroso, que quiso regalar a Málaga la pureza de su toreo, la autenticidad, el valor verdadero sin trampa ni cartón. Y Málaga le correspondió con una entrega a su majestuosa forma de interpretar la tauromaquia.
José Tomás, cuando en el primer toro de Liria se echó el capote a la espalda para hacerle un quite, provocó primero el 'run-run', después el silencio profundo y, finalmente, la explosión. Fue el primer toque de atención. Luego, en el primero que le correspondió en suerte, toreó por delantal entre puyazo y puyazo, cerrando la serie con una extraordinaria media. Daniel Luque le replicó con un quite por verónicas muy ceñidas.
Manolete, en su vida
Dos pases sin moverse por alto, un cambio de mano y un remate con un pase de pecho con los pies juntos encendieron la caldera. 'Manolete' en honor a este seguidor del torero cordobés, y un Tomás inconmensurable con ambas manos, demostrando un valor sereno cuando el toro se paraba en mitad del pase y le ponía los pitones a pocos centímetros de sus muslos. Un recital de trincherillas, a cual mejor, y unas manoletinas pasándose las astas por debajo del sobaquillo. Sembró el delirio en los tendidos, que, de pie, se rendían ante esa torería. Lástima que marró con el acero: un pinchazo ovacionado y una estocada perfecta dejaron el premio en una sola oreja.
El quinto perdió las manos en varios momentos. No sabíamos si estaba cojo o no, pero el presidente, Rafael Porras, no estaba dispuesto a que ese ínfimo detalle pudiera malograr una tarde apoteósica y sacó el pañuelo verde para devolver al de El Pilar. Entró un sobrero de El Torreón, que se coló en los capotes.
Toreo al natural
José Tomás se fue al anillo y brindó a Málaga una faena que pocos podían intuir por las condiciones de la res. Con tres toreros trinchezos se sacó el toro fuera y empezó directamente con la izquierda, el pitón potable del toro. Cinco naturales para enmarcarlos, pero en un pase de pecho el toro se le quedó debajo. Le avisó de que por el pitón derecho quería cogerlo. También le hizo un extraño en una de las embestidas, pero el de Galapagar no se inmutó y con un toque de muleta le mostró el camino a seguir. José Tomás dio un recital de naturales entre las notas de 'Martín Agüero'. No cogió la mano derecha, pero no le hizo falta. Dio seis estatuarios con los pies juntos y asomándole un trocito de muleta. Dejó una estocada en todo lo alto y pareció que en la plaza había nevado. Era raro el espectador que no mostraba en la mano un pañuelo o una almohadilla blanca. Porras se resistió a dar la segunda oreja, pero el clamor popular le obligó a darla.
Fernando Puche debería de fichar para su equipo a Joaquín Ramos, el veedor personal de José Tomás, porque ante tantos saldos ganaderos que hemos tenido hasta ayer, se trajo a Málaga una corrida de calidad, bien armada de pitones, con bravura en los caballos y clase en la muleta, exceptuando el tercero y el sexto. Quizás hayan sido los toros más caros de los 72 contratados para la feria, pero mereció la pena porque contribuyeron al espectáculo. La empresa debería tomar nota.
La pena es que el mejor lote cayera en manos de Pepín Liria, que se despidió ayer como torero de Málaga, aunque vendrá a esta tierra a jugar al golf. Quizás a este torero le vayan mejor los toros con dificultades que los que embisten con nobleza porque ponen en evidencia su vulgarote toreo. A su primero le cortó una oreja porque mató de una certera estocada.
El mejor toro
El cuarto, el mejor, se le fue al desolladero con las orejas puestas. Alguien del tendido le gritó «¿Qué pena de toro!». Ni la larga cambiada de recibo ni los rodillazos sirvieron para ganarse el beneplácito de la gente. Fue desarmado en dos ocasiones y le engancharon la muleta con bastante frecuencia. Una media tendida y algo baja. Aplausos para el toro y una cariñosa ovación a Liria como despedida.
Luque, el peor lote
Mala suerte la de Daniel Luque, que sustituía a Julio Benítez 'Cordobés hijo', porque pechó con el peor lote. Sin embargo, toreó con el capote con un gusto exquisito. Salió del tercio a los medios toreando por verónicas entre los olés de la gente. El toro no tenía transmisión. Era tardo en la embestida y muy soso. El chaval optó por el arrimón final como prueba de su buena voluntad. Fueron muy toreros los ayudados por bajo. Lo cazó de una magnífica estocada.
La esperanza en el sexto se esfumó rápidamente porque todos se dieron cuenta de las aviesas condiciones de la red. Luque porfió con un toro que no tenía nada. Bueno, sí, peligro, porque el burel le lanzaba gañafones y por el pitón derecho lo buscaba para darle la cornada. Pundonor y vergüenza torera de este diestro de 18 años, que ha dejado una estupenda tarjeta de presentación en Málaga. Mató de dos pinchazos, una estocada defectuosa y un descabello, siendo ovacionado.
Faltarían psiquiatras en la tierra para atender esta locura colectiva. Y el culpable de todo ello es un hombre joven -ayer cumplió 33 años, la edad de Jesucristo-, pálido, ojeroso, que quiso regalar a Málaga la pureza de su toreo, la autenticidad, el valor verdadero sin trampa ni cartón. Y Málaga le correspondió con una entrega a su majestuosa forma de interpretar la tauromaquia.
José Tomás, cuando en el primer toro de Liria se echó el capote a la espalda para hacerle un quite, provocó primero el 'run-run', después el silencio profundo y, finalmente, la explosión. Fue el primer toque de atención. Luego, en el primero que le correspondió en suerte, toreó por delantal entre puyazo y puyazo, cerrando la serie con una extraordinaria media. Daniel Luque le replicó con un quite por verónicas muy ceñidas.
Manolete, en su vida
Dos pases sin moverse por alto, un cambio de mano y un remate con un pase de pecho con los pies juntos encendieron la caldera. 'Manolete' en honor a este seguidor del torero cordobés, y un Tomás inconmensurable con ambas manos, demostrando un valor sereno cuando el toro se paraba en mitad del pase y le ponía los pitones a pocos centímetros de sus muslos. Un recital de trincherillas, a cual mejor, y unas manoletinas pasándose las astas por debajo del sobaquillo. Sembró el delirio en los tendidos, que, de pie, se rendían ante esa torería. Lástima que marró con el acero: un pinchazo ovacionado y una estocada perfecta dejaron el premio en una sola oreja.
El quinto perdió las manos en varios momentos. No sabíamos si estaba cojo o no, pero el presidente, Rafael Porras, no estaba dispuesto a que ese ínfimo detalle pudiera malograr una tarde apoteósica y sacó el pañuelo verde para devolver al de El Pilar. Entró un sobrero de El Torreón, que se coló en los capotes.
Toreo al natural
José Tomás se fue al anillo y brindó a Málaga una faena que pocos podían intuir por las condiciones de la res. Con tres toreros trinchezos se sacó el toro fuera y empezó directamente con la izquierda, el pitón potable del toro. Cinco naturales para enmarcarlos, pero en un pase de pecho el toro se le quedó debajo. Le avisó de que por el pitón derecho quería cogerlo. También le hizo un extraño en una de las embestidas, pero el de Galapagar no se inmutó y con un toque de muleta le mostró el camino a seguir. José Tomás dio un recital de naturales entre las notas de 'Martín Agüero'. No cogió la mano derecha, pero no le hizo falta. Dio seis estatuarios con los pies juntos y asomándole un trocito de muleta. Dejó una estocada en todo lo alto y pareció que en la plaza había nevado. Era raro el espectador que no mostraba en la mano un pañuelo o una almohadilla blanca. Porras se resistió a dar la segunda oreja, pero el clamor popular le obligó a darla.
Fernando Puche debería de fichar para su equipo a Joaquín Ramos, el veedor personal de José Tomás, porque ante tantos saldos ganaderos que hemos tenido hasta ayer, se trajo a Málaga una corrida de calidad, bien armada de pitones, con bravura en los caballos y clase en la muleta, exceptuando el tercero y el sexto. Quizás hayan sido los toros más caros de los 72 contratados para la feria, pero mereció la pena porque contribuyeron al espectáculo. La empresa debería tomar nota.
La pena es que el mejor lote cayera en manos de Pepín Liria, que se despidió ayer como torero de Málaga, aunque vendrá a esta tierra a jugar al golf. Quizás a este torero le vayan mejor los toros con dificultades que los que embisten con nobleza porque ponen en evidencia su vulgarote toreo. A su primero le cortó una oreja porque mató de una certera estocada.
El mejor toro
El cuarto, el mejor, se le fue al desolladero con las orejas puestas. Alguien del tendido le gritó «¿Qué pena de toro!». Ni la larga cambiada de recibo ni los rodillazos sirvieron para ganarse el beneplácito de la gente. Fue desarmado en dos ocasiones y le engancharon la muleta con bastante frecuencia. Una media tendida y algo baja. Aplausos para el toro y una cariñosa ovación a Liria como despedida.
Luque, el peor lote
Mala suerte la de Daniel Luque, que sustituía a Julio Benítez 'Cordobés hijo', porque pechó con el peor lote. Sin embargo, toreó con el capote con un gusto exquisito. Salió del tercio a los medios toreando por verónicas entre los olés de la gente. El toro no tenía transmisión. Era tardo en la embestida y muy soso. El chaval optó por el arrimón final como prueba de su buena voluntad. Fueron muy toreros los ayudados por bajo. Lo cazó de una magnífica estocada.
La esperanza en el sexto se esfumó rápidamente porque todos se dieron cuenta de las aviesas condiciones de la red. Luque porfió con un toro que no tenía nada. Bueno, sí, peligro, porque el burel le lanzaba gañafones y por el pitón derecho lo buscaba para darle la cornada. Pundonor y vergüenza torera de este diestro de 18 años, que ha dejado una estupenda tarjeta de presentación en Málaga. Mató de dos pinchazos, una estocada defectuosa y un descabello, siendo ovacionado.
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